La obra de Teresa Casanueva puede ser comprendida como una indagación sistemática y minuciosa, casi obsesiva, respecto a la ineludible y contradictoria interconexión entre los elementos corpóreos y espaciales en la representación plástica. Es precisamente en esta antinomia donde se genera su complejo universo conceptual-temático y se halla la lógica intrínseca de la incursión de Teresa en una gran diversidad de medios artísticos.
El Grabado delimita y enfrenta a estos dos componentes y privilegia la presencia y cualidad de las superficies como epidermis física y expresiva de las configuraciones: un fondo tenso y generalmente neutro, en franca oposición a las figuras, más compactas, plegadas sobre sí mismas y de una luminosidad cuasi digital.
La Pintura, por su parte, desborda la intensidad cromática, haciéndola actuar fundamentalmente como cualidad de las superficies. El uso del ilusionismo perspectivo proporciona la integración de los fragmentos dispersos en un continuum espacial unificador, el cual constituye, sin embargo, el mismo, un fragmento de una totalidad más abarcadora.
Los Dibujos investigan las estructuras de las formas, describen meticulosamente las coordenadas de una especie de lenguaje de invención, en el que lo corpóreo atrae hacia su superficie las cualidades dinámicas y difusas de la envoltura espacial.
El clímax de la obra de Teresa se halla en los objetos, gestados de antemano en su obra bidimensional. La manipulación de los materiales reales y su libre desplazamiento en el espacio sintetizan todos los componentes antes explorados: el cromatismo, la factura de las superficies, la estructuración cuasi arquitectónica de los fragmentos más diversos. Las formas aquí se despliegan y se abren, pierden su núcleo centrífugo y absorben hacia su interior el espacio real transfigurado. Teresa se regodea en las cualidades táctiles de los materiales, que tienden a dotar a sus imágenes de una irrecusable presencia, sin que estas dejen de sugerir insistentemente, no ser lo que parecen.
Teresa Sánchez Bravo